Un fotógrafo de moda al que no le importaba la industria, que desdeñaba el exceso de retoques y que prefería retratar la sinceridad del instante.
La mirada de Peter Lindbergh, tan actual como cuando disparó la portada del Vogue británico de 1990 junto a Linda Evangelista, Naomi Campbell, Cindy Crawford, Christy Turlington y Tatjana Patitz, siempre defendió el realismo en la fotografía mediante la redefinición de los estándares de belleza.
Imágenes temporales que se caracterizaban por el toque humanista y narrativo. En sus propias palabras: “Los fotógrafos de hoy en día tienen la responsabilidad de liberar a la mujer, y en definitiva a cualquier persona, del terror de la juventud y la perfección”. Con él, el lujo tenía otro color. Con él, impulsor del fenómeno de las supermodelos junto a George Michael y Gianni Versace, la moda se veía mejor en blanco y negro.