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Cuando una marca entiende que la autenticidad no se grita. Sofía Coppola y Jacob Elordi para Cartier.

Existe un momento en el que las marcas de lujo olvidaron algo fundamental: que lo más costoso no es el oro, sino la atención genuina. Que lo verdaderamente escaso no es el diamante, sino la pausa. Ese segundo donde dos personas se miran y el mundo desaparece.

Cartier acaba de hacer algo radical: lanzó una campaña que no grita. Y en un mundo donde el lujo se ha vuelto sinónimo de exceso instagram-eable, esto es casi revolucionario.

 

El anti-espectáculo como espectáculo

La nueva campaña LOVE Unlimited protagonizada por Jacob Elordi y fotografiada por Sofia Coppola en Nueva York no es un anuncio. Es una declaración de principios sobre lo que el lujo olvidó ser: intimidad elevada.

Mientras otras marcas te venden el yate, el jet privado, la fiesta en Ibiza con quinientas personas que no conoces, Cartier te vende algo más perturbador: una conversación real. Dos personas que existen juntas sin necesidad de demostrárselo a nadie.

Es casi incómodo de ver. Porque nos recuerda lo que hemos perdido.

 

El regreso de lo real

Esta campaña funciona porque toca algo que llevamos años enterrando bajo filtros, likes y personas cuidadosamente curadas: el anhelo de lo genuino.

Elordi no está vendiendo un estilo de vida. Está habitando un momento. Las imágenes de Coppola no son aspiracionales en el sentido tradicional. Son recordatorios. Postales desde un mundo donde las cosas todavía significaban algo.

Hay una escena en la campaña donde Elordi simplemente... está. No posa. No vende. Existe. Y Coppola lo captura con esa maestría que solo ella posee: convertir lo ordinario en sagrado sin que notes la manipulación.

Este es el truco que otras marcas han olvidado: la autenticidad no se puede fingir, pero sí se puede enmarcar.

Coppola lleva décadas perfeccionando el arte de capturar la belleza de la desconexión en un mundo hiperconectado. Desde Lost in Translation hasta Priscilla, su lenguaje visual habla de silencios compartidos, de miradas que dicen más que mil palabras en un guion.

Y Cartier lo entendió: no necesitaban a alguien que gritara "¡COMPREN ESTO!". Necesitaban a alguien que susurrara "¿recuerdan cuando las cosas importaban?".

Por qué otras marcas no lo entienden

Aquí está el problema: la mayoría de las marcas de lujo están atrapadas en la era del logo. Creen que el lujo se mide en visibilidad. En cuántos sabrán que llevas puesto algo caro.

Pero Cartier apostó por lo contrario: el lujo como secreto compartido. El lujo como código entre iniciados. El lujo como ese momento en que alguien te pregunta "¿eso qué es?" y tú simplemente sonríes.

La química entre Coppola y Elordi —forjada previamente en Priscilla— no es accidental. Es la prueba de que Las mejores colaboraciones no se fabrican en reuniones de marketing. Se cultivan. Se nutren. Se ganan con tiempo y respeto mutuo.

 

El verdadero lujo

El verdadero lujo no es tener todo, es poder desconectarte de todo.

Es poder estar con alguien sin revisar tu teléfono.
Es poder usar un brazalete que no grita su logo.
Es poder existir en una ciudad como Nueva York sin necesidad de documentarlo cada tres minutos.

La colección LOVE Unlimited celebra "el amor en todas sus formas", pero lo que realmente está celebrando es algo más subversivo: la idea de que tu relación con las cosas —y con las personas— no necesita validación externa.

El brazalete LOVE original de 1969 se cerraba con un tornillo. Solo podía ser sellado por otra persona. Era un símbolo de compromiso que literalmente te ataba a alguien más. En 2025, ese gesto parece casi contracultural. Depender de otro. Necesitar a otro. Estar presente con otro.

 

El arte de las sensaciones

Vivimos en la época donde todos quieren viralizarse, donde cada marca sueña con ser trending topic, donde el éxito se mide en engagement y reach.

Y entonces llega Cartier y hace algo completamente opuesto: crea contenido que te obliga a detenerte. A observar. A sentir.

No es contenido para consumir mientras scrolleas. Es contenido que demanda tu presencia.

Y eso, es el acto más radical que puede hacer una marca de lujo.

 

La lección

Otras marcas: tomen nota.

El futuro del lujo no está en gritarle a una generación sorda por el ruido. Está en crear espacios donde el silencio vuelva a ser valioso. Donde la conexión real no sea el premio de consolación de la vida análoga, sino el único premio que importa.

Cartier no vendió un brazalete. Vendió un recordatorio: que el amor —en todas sus formas— sigue siendo el último lujo verdadero. Y que tal vez, solo tal vez, el antídoto contra la sobredosis de contenido sea crear menos contenido mejor.

Que lo viral no siempre tiene que gritar.
A veces, solo tiene que susurrar lo que todos hemos olvidado:

Estás aquí. Ahora. Con alguien. Y eso es suficiente.

 

*Una producción de Dfavoritos. Si diriges una marca y quieres darle una nueva narrativa más relevante, escríbenos.

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